Depresión y corporalidad: nunca pensé que habitaría un cuerpo adulto
Un viaje con un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) y depresión persistente.
La comida siempre ha sido un tema relevante en mi vida. Es algo de lo que me he dado cuenta a medida que crezco, y mi cerebro va destapando información que siente que soy capaz de soportar a la fecha. Cuando era muy pequeña, me negaba a comer si no eran fideos. Fue tanto esta selectividad, que el médico al que me llevó mi mamá, le dijo que me diera de comer lo que quería y era capaz de comer, porque era mejor que no comer nada. Y sin saberlo, ahí comenzó todo este viaje extraño y difícil con la comida.
Mi cuerpo se fue desarrollando como una masa, parecido a lo que ocurre en las Crystal Gems de Steven Universe cuando se fusionan. Mi momento menos agraciado (como todos) fue entre los ocho y los doce, me sentía fea. No porque fuera fea como tal (a mi percepción de hoy), sino que mi cuerpo no sabía lo que era, y se estaba formando. No alcanzaba a crear una figura, porque ya debía ser otra.
Me creció el pecho, y como a todas, no tenía forma definida (hasta ahora, la verdad, pero hoy me da más igual). Casi a los doce, comencé a pensar más en mi grosor, no quería ser gorda. Me parecía una de las peores cosas que me podían pasar. Que la palabra gorda fuera una característica mía propia, que fuera parte de mí al momento de definirme. La palabra gorda comenzó a ser algo peyorativo. A los doce me creció la cadera, y comenzaron a hacer comentarios sobre mi cuerpo, entre otras formas de acoso.
Era fan de Demi Lovato (lovatic, para los entendidos. Creo que es algo que no se borra nunca, de quién fuimos fans, sobre todo en etapas formativas). A pesar de que seguir la carrera de Demi, me dio mucha fuerza en mi proceso de salud mental –que viene desde la infancia por múltiples factores– también fue problemático. Aunque la mayoría de las cosas no se puede encerrar en “bueno o malo”, considero que fue un poco de ambos. En el sentido de que fui consciente de lo que era la salud mental, los problemas que existen, que no era la única que vivía constantemente con esos pensamientos y actitudes. Demi me dio fuerza y apoyo, una frase que me ayudó mucho fue y parafraseo: “si te sientes solo, pon mi música y piensa que estoy ahí contigo”, algo así. Era suficiente para mi cerebro infantil. Porque de eso se trata la mayor parte del tiempo, de manipularte a ti mismo. Pero, por otro lado, también quería ser como ella, y quizás también influyó un poco en que yo quería vivir las mismas cosas que ella. No solo la seguía, también quería cantar y hoy lo sigo haciendo, componiendo música y cantando como mi cuerpo lo sabe hacer. Quería lograr algo joven, pero también ser algo más que solo música. Demi tenía secretos como los míos, y quería ser lo más apegada a ella en cuanto a experiencias de vida. Quería su pelo, su estética, su sonrisa, carisma. Quería cantar como ella, pero también quería tener un trasfondo (lo que llaman background). Sonreír aunque me estuviera desmoronando por dentro. Porque eso fue Demi en un momento, como dice en Believe in Me.
The mirror can lie doesn't show you what's inside
And it can tell you your full of life its amazing what you can hide
Just by putting on a smile
Conocí blogs de Ana y Mía, por desgracia. Y seguí algunas estéticas/aesthetics de Tumblr. Fui talla S-M hasta los 21, más o menos. Me negaba a comprar una talla M, porque salía en la etiqueta, en mayúscula, como gritando mi tamaño. No quería que nadie viera mi etiqueta. Y eso también lo vi respaldado por gente que seguía en Instagram, de ahí saqué la idea. Nunca fui XS, a pesar de medir poco. Al ver que yo era M en algunas prendas y esa persona S, sentí vergüenza. Fue un aumento repentino. Desarrollarse es rápido, no pide permiso, y al cerebro le es difícil de procesar. Hoy tengo 26, y tengo un cuerpo adulto. Y a eso quiero llegar, de eso es este post.
Hoy me siento más cómoda en mi cuerpo gordo. Habito un cuerpo gordo. Me causa dismorfia porque también tengo disforia de género (soy una persona no binarie). Creo que nunca estaré en paz con eso, pero el asumirlo y aceptarlo me da cierta paz, por contradictorio que suene.
Hoy me siento cómoda y linda, más linda que cuando era percibida por más personas como linda. No puedo creer que encuentro tanta belleza afuera, y me cuesta tanto verla y encontrarla en mí. Y me doy cuenta de esto, escribiendo este post.
Me siento linda, hasta que llega la etiqueta de “gorda”. Sobre todo cuando me lo dice alguien externo queriendo herirme. Cada vez que mi padre quiere ser amable conmigo me dice que estoy más flaca, como si me dijera “te quiero”, y cuando quiere herirme, me dice gorda con cara de asco. Mi cuerpo es gordo, y me gusta cómo me veo, pero el problema llega cuando tengo que usar ropa, y se nota aún más que soy gorda. Porque sin ropa, el cuerpo no se aprieta, no tiene que encajar. El cuerpo luce como quiere lucir y fluye. Fluye tu sangre libre. No enfatiza lo que cuelga y lo que no. Incluso parece más proporcionado, porque es como tiene que ser.
Pero la idea central no es esa, hoy quiero enmarcar y celebrar que puedo estar aquí. Me impresiona cada día pensar que tengo un pie que me pertenece, un ojo que solo es mío. Que esta mano vive en mí y en nadie más, y que soy todo lo que tiene. Más que decir “estas son las manos que tengo” pienso, soy propietaria de estas manos. Son mías, de nadie más. Me permiten hacer cosas, claro. Pero también, me pertenecen solo a mí. No sé cómo expresar eso, quizás viene de esa problemática que tengo de que no puedo creer que solo una persona me elija, como se da cuando tienes pareja. Ser la única persona que ocupa ese espacio, ser su primera opción, ser a quien busca.
Exponiendo todo lo anterior, y fue lo que pensé hoy mientras me bañaba. Estoy feliz de tener este cuerpo, porque además de que me parece estético y bonito en mi intimidad, sin que otros lo juzguen más que yo, este es el cuerpo que nunca creí tener, porque nunca creí vivir tanto. Este es el cuerpo que me acompañó en mis lágrimas más silenciosas, mis miedos más grandes. Vivió junto a mí, y en realidad, nunca estuve sola. Tengo un testigo que también habla, como cuando somatiza, cuando siento cosquillas en el estómago al estar feliz, o cuando el pecho se me contrae y me grita que algo está sucediendo. Aunque si lo pensamos más allá, el cuerpo es un ser vivo. Se mueve todo el día, requiere comida, parecido a una mascota. En realidad yo soy una mente dentro del cuerpo, un alma que habita este animal corporal que tiene su inicio y final, y debería vivir mejor que mi alma, porque mi alma no perece. Debería ser más gentil con él, y proporcionarle a su breve existencia más tranquilidad y comodidad. Hace lo que puede como transporte para que yo experimente cosas terrenales, y es quien me intenta proteger como un traje de astronauta, para explorar este plano.
Este cuerpo es mi cuerpo adulto, quien a pesar de que siempre he querido destruirlo, y soy su peor enemigo, sigue funcionando con lo poco que le doy y ofrezco.
Pensé que este cuerpo no existiría, porque pensé que moriría antes. Y me siento contenta de que exista, de seguir aquí.
Gracias por leer. Abraza a tu cuerpo, y dale de comer (por favor).
Recién empecé mi travesía en esta aplicación y tuve el honor de leer tu historia. Primero, quiero decirte que admiro la valentía que tuviste de contarnos esta parte de tu vida, que quizás para muchos les suele costar. Sin duda, esto motiva a que puedan abrirse. Segundo, a medida que iba leyendo, me hiciste regresar a mi infancia y a mi adolescencia, etapas donde la palabra "gorda" zumbaba constantemente en mí tanto de manera externa como interna. El resultado de todo esto, conllevo a que mi autoestima estuviera por los suelos y odiara mi cuerpo. Ahora que soy adulta, sigo en una constante lucha, pues hay días que cuando me pongo una ropa que me gustó, la encuentra fea por el hecho de que me hace ver gorda, y así sucesivamente. Pero pese a ello, puedo decir que con el tiempo aprendí aceptar mi cuerpo, a decir que así soy y está bien.